domingo, 2 de enero de 2011

PERIODISMO CULTURAL (Dos artículos)

EL DEBER DE DISENTIR

Por Leoncio Bueno

Muchos escritores mutilan su ciencia crítica y su derecho de discrepar en voz alta porque creen que han abrazado el partido de la revolución y toda disidencia o denuncia pública se podría tomar como un ataque a ella o una concesión al enemigo.
También es muy frecuente el criterio de muchos escritores que se sienten verdaderos innovadores literarios por el solo hecho de haber ingresado a las filas de algún partido que se declare revolucionario. Un examen detenido de los dos términos –innovación literaria y opción revolucionaria- nos hace ver que se trata de actividades autómatas. La innovación literaria puede dares sin que participe de supuestos revolucionarios. Balzac fue innovador literario de ideas políticas conservadoras; Rimbaud un individualista desarraigado, Kafka un místico; Proust Ganado por el decadentismo, Joyce un escéptico; y el gales Dylan Thomas, que sorprendió a muchos poetas de los países socialistas por su estilo revolucionario, un bohemia completo.
¿Como explicar el pesado conformismo en arte, literatura y filosofía que se observa en los países de la revolución triunfante?
Ases el conformismo pueda explicase por el hecho de que las tareas creadoras de la inteligencia se subordinan a las directivas del partido. Lo lamentable es que tal finalidad no es elegida de modo autónomo por el creador. En virtud de esta determinación impuesta desde fuera, por más generosa que pueda resultar su motivación, el creador no puede expresarse con espontaneidad; su conciencia crítica, su mismo derecho a innovar literariamente se sienten cohibidos.

Disentir en libertad

Como decíamos en un manifiesto que firmamos en el Cuzco Cesar Calvo, Ángel Avendaño y otros, “tan importante como la calidad estética de la obra de un artista, debe ser la conducta que este asuma día a día, no solo para hacerse digno del derecho a disentir, a destruir y construir en libertad, sino para que –con el- la libertad de las masas sea creciente y efectiva, así como su capacidad de discernir y dirigir su destino”.
El derecho de disentir en ese mismo derecho, o tal vez, diríamos mejor: la obligación que todo hombre tiene de discernir, de comparar y sacar por sí mismo, sin ayuda de dogmas, las conclusiones apropiadas para ponerse en guardia ante los múltiples atentados contra su conciencia.
Las palabras vuelan, el libro queda; razón por la cual del escritor y del artista se espera el testimonio capaz de resistir el juicio del tiempo. A la vez se espera de ellos no solo la palabra inspirada, sino también la actitud generosa. Y, ninguna actitud puede ser generosa ni inspirada si es de sometimiento. Solo una conducta estoica de decidida y lucida intransigencia revolucionaria contra la intolerancia puede convencer con el tiempo a la conciencia popular y no el incienso de las sacristías.

Preservar la independencia es preservar la conciencia

En todos los periodos de la historia han sido los impostores los enemigos mortales de toda discrepancia. Cuando llegan a erigirse en poder omnímodo, luego de haber azotado, hecho escarnio público y finalmente crucificado entre ladrones a los auténticos, entonces ellos y nadie más son los dueños indiscutibles del evangelio. Levantan templos y enjoyan altares, destacamentos de espías y órdenes religiosas para, so pena de incinerar en la hoguera al disidente, propagar la nueva doctrina, debidamente aderezada como para permitirse bendecir la esclavitud del negro, santificar la propiedad privada, absolver a Pizarro y sus compinches, justificar las masacres y los atropellos en ambos hemisferios del globo.
Gabriel García Márquez que se caracteriza por ser un escritor independiente y listo para disentir cuando le parece, sobre el particular ha escrito una frase digna de recordar: “Creo que el escritor es un conspirador solitario, una amenaza oculta y debe ser lo bastante desagradecido para escupir la mano que le da de comer. Solo así puede preservar la independencia absoluta que es imprescindible para escribir. Nunca he aceptado una beca, ni un empleo público, y mientras no pude vivir de mis libros, trabaje en el cine, en televisión, en publicidad; el único dinero limpio que recibe un escritor es el que proviene de la venta de sus libros”.
En efecto, es el único recurso para preservar la independencia indispensable para escribir con libertad, vale decir, para discrepar y ponerse en condiciones de decir NO al impostor, aunque este vestido con la túnica de César.

Los pesebres de Weimar

En el subconsciente del pueblo bulle el huracán de las insurrecciones. Por eso, el pueblo jamás recuerda con cariño a los palaciegos, a los ahítos del evangelio adulterado. Hasta el genial Goethe que decía, “prefiero la tiranía al desorden” fue calificado de genio boyante engordado en las caballerizas de Weimar.
Entre nuestros poetas que el pueblo admira tanto por sus obras como por sus gestos esta Mariano Melgar. Melgar empuño la bandera de la patria, pese a las insinuaciones de los tonsurados de turno que decían que hacer eso era un acto de deslealtad a Dios, a la Iglesia y a la madre España que solo serviría para colmar las fauces del colonialismo ingles.
El gesto discrepante es una conciencia ardiente enfrentando el statu quo, es una subjetividad desafiante vuelta contra el mundo. Piénsese si no en Buda rompiendo con el hinduismo de su tiempo; en los profetas enfrentando con ardor a la casta de los sacerdotes; en Jesús levantado contra la religión de la ley, en Kierkegaard alzado contra el protestantismo official, Leon Trotsky desafiando con su pluma a toda la monstruosa maquinaria internacional del stalinismo; ¡al Che Guevara cayendo en la trampa preparada por Monje! Nunca la potencia del espíritu campeo más límpidamente creativa que en torno a estas altas cimas.

Agente de los alemanes

Algunas veces los políticos y los héroes ponen en práctica el ejemplo que tradicionalmente es el artista el primero en dar. Conocidas figures de la historia que para ponerse a tono con su misión se redondearon de los mejores artistas de su tiempo o asimilaron toda la cultura de su época. Asumieron una actitud de abierta discrepancia con sus propios correligionarios impusieron sus actos y su manera de pensar luchando mortalmente en medio de verdaderas tempestades de calumnias e infiernos de dogmatismo.
Carlos Marx consume la vivisección del capitalismo y de la burguesía naciente en el siglo XIX sin importarle el coro ensordecedor que estos y sus plumarios desataron acusándolo de estar vendido a la aristocracia y a la nobleza terrateniente. (La esposa de Marx era una conocida aristócrata). Lenin tomo el vagón precintado para hacer la revolución de octubre (pese a las vacilaciones del “Comité Central”) sin considerar para nada la grita del chauvinismo ruso que durante muchos años lo acuso de agente de los alemanes. Bolívar y San Martin consumaron la independencia Americana hacienda oídos sordos a la maledicencia y a los atentados de innumerable “patriotas” que lo acusaron de ser agentes de Inglaterra. Aquí mismo, en el Perú, en 1968, las FF. AA. Llevaron adelante su experimento revolucionario sin escuchar el infundio de ciertos corifeos que acusaron al movimiento de “maniobra urdida en el Pentágono”.
Dar un paso adelante, en cualquier menester humano, siempre conlleva disentir, chocar con los intereses creados, poner en tela de juicio los dogmas y la verdad revelada. Es esto lo que diferencia a los hombres de los carneros y a los revolucionarios de los ganapanes.

Intransigencia no es tolerancia

Los revolucionarios y los intelectuales de verdad son intransigentes en lo que se refiere a los principios. Intransigencia principista no es intolerancia. La intransigencia es una actitud del espíritu y de la inteligencia, cara a los hombres de bien y a los revolucionarios. La intolerancia es una metodología aberrante, una reacción brutal de los instintos sicarios, cara a los déspotas y a sus esbirros.
De la discusión nace la luz, nada es absoluto, todo es relativo y está en perpetuo cambio dialectico. Esto último es uno de los postulados del marxismo. La discusión es el arma apropiada para encontrar la verdad. Los déspotas no tienen necesidad de buscarla: la imponen por intermedio de su arma favorita que no es la discusión sino el garrote. Cuando se quiere intimidar o hacer escarmiento publico porque el poder tambalea, se levantan los tribunales de la Santa Inquisición, se organizan razzias, progroms, noches de San Bartolomé, toques de queda, o “Procesos”; aunque ninguno de estos métodos de avasallamiento masivo estén indicados en los evangelios en nombre de los cuales afirman proceder.
Ejercer la actitud intolerante que pusieron en práctica los frailes y los españoles que vinieron a América portando en una mano la Biblia y en a otra la espada, no es por cierto nada cristiano. Es de sobra conocido por el mundo entero que mas usaron la espada que la Biblia. Aunque ellos en ningún momento dejaron de decir que realizaban el genocidio para asegurar el reino de Dios sobre la tierra, librándola previamente de herejes, condenados e infelices.
Parecida conducta observan muchos políticos de hoy, salvadores de los pueblos. Justifican sus crímenes, sus guerras, sus conquistas, sus masacres, su intolerancias y sus genocidios en nombre de la liquidación del enemigo para la consumación del reino de la justicia y de la democracia sobre la tierra: Los derechos humanos, la destrucción del fascismo, la paz, la democracia, la libertad, la dignidad de la persona humana, el proletariado y hasta el socialismo: He aquí el estandarte que afirman levantar nuestros redentores!
No aceptan, por tanto, ninguna discrepancia con los principios que simulan enunciar. La única discrepancia que ellos aceptan es la que ponen diariamente en práctica entre lo que proclaman defender y lo que ciertamente hacen con escalofriante cinismo.

Revolución con poesía

Está de más recordar que las ideas y las tendencias políticas especialmente en América Latina tienen su lugar de origen en los cenáculos literarios. Mientras los artistas que después devendrán en jefes políticos, mantienen una intensa actividad creadora junto a una preocupación de las masas, adoptan una amplia actitud de fraternidad y apertura con todas las corrientes revolucionarias y estéticas del movimiento popular. Cuando el artista empieza a hacer tabla rasa de los principios divorciándose de su pueblo: resbala por la pendiente del oportunismo; deja de ser conciencia alerta para convertirse en instrumento ciego; cambia su actitud viril de crítica activa por la de pasivo trasmisor-hembra de algún poder organizado, y no precisamente de las masas populares. El intelectual, el artista, se ha hecho caso sin notario cómplice o vocero de una metodología aberrante que nada tiene que ver con la poesía y sí, mucho con oligarquías dominantes o sus equivalentes burocráticos.
José Carlos Mariátegui recordando palabras de León Trotsky escribió: “La política se ennoblece sólo cuando es revolucionaria; porque la revolución no sólo significa la conquista del pan y de las libertades democráticas, sino también la conquista de la belleza y de todas las complacencias del espíritu” (El derecho que todos los hombres y mujeres de la Tierra tienen a disfrutar del canto dijo L.T.).
Es esa la dimensión que todos los creadores revolucionarios debemos dar a la política y fundamentalmente a la revolución signada por la actitud poética de sus militantes, por una alta calidad humana y una consecuencia inalterable con los principios en la doctrina y en el comportamiento merecerá el respeto de las grandes mayorías y resistirá el juicio de los tiempos venideros.
Teoría y práctica son dos cosas que se deben dar simultáneamente. No es primero una cosa que la otra. No se puede aplicar el criterio de los imperialistas que decían: “es la guerra para acabar con las guerras”; ni el criterio stalinista de “dictadura para acabar con las dictaduras”, “represión para acabar con las represiones”.

Un revolucionario

Un revolucionario tiene que ser el fiel reflejo de sus ideas. Una revolución que postula defender. Carlos Marx dijo que el proletariado al salvarse él, mediante la revolución, salvaba también la humanidad, es decir salvaba también a su propio enemigo. Los que estén decididos de verdad a que esta misión del proletariado se cumpla tal como la previó Marx tendrán que ser antes que nada hombres lúcidos y coherentes, hombres con una conciencia crítica vigilante; vigilante no para ejercer el oficio de inquisidores sino todo lo contrario.
Esta es una manera de pensar, si se quiere, de disentir con la metodología representar al socialismo ha impuesto en forma oficial. Un escritor que se precie de cumplir elementalmente su deber –esté en el bando que estuviere- no tiene por qué creer que es dueño de la verdad y que, por tanto, está en condiciones de ser árbitro indiscutible y señalar inapelablemente quiénes son quiénes no son los amigos de las masas. Parte de lo que en este artículo diga el autor pueda estar equivocado. Así mismo no todo lo que sostenga quien discrepe va a considerarse falso. Es el tiempo quien juzga mejor y puede decir la última palabra.
Lo importante es que el escritor jamás asuma aires de perdonavidas aunque camine con el manual en la mano. Es además, ampliamente conocida tendencia que tenemos todos los seres humanos no sólo a equivocarnos motivados por la pasión o el orgullo, sino a sacralizar dogmas y fetiches que las autoridades de turno oficialicen.
Muchos escritores han callado y puesto grilletes a la palabra durante más de cuarenta años, porque se trataba de defender al primer Estado socialista de la tierra. Esa actitud ha contribuido a hacer más vulnerable el objeto de la defensa y a dar mayores argumentos al enemigo para adquirir nueva virginidad y nuevo atractivo para las masas por el supuesto papel de defensor de “la libertad” y de la “dignidad de la persona humana”; banderas que jamás debieron pasar a sus manos.
¿Es servir al fascismo poner en tela de juicio pactos como el Hitler-Stalin? ¿Es servir al fascismo denunciar el sospechoso silencio de la prensa moscovita ante la masacre en Indonesia de más de un millón de comunistas pro chino? ¿Es servir al fascismo poner en tela de juicio el silencio chino y su permanencia de relaciones diplomáticas con el régimen chileno?...¿No se le sirve de mucho mejor callando? ¿Qué clase de hombre nuevo podría advenir bajo un régimen socialista de incondicionalidad y mutismo?
Vivir es disentir. Los hombres como los pueblos no nacen sino para luchar y no viven sino para reincidir. En consecuencia, no queda sino mantener una línea de principios coherente a través de toda una vida poniendo en práctica lo que dijo Voltaire: “No estoy de acuerdo contigo, pero daría mi vida porque siempre tengas la libertad de expresarlo”.


¿Existe poesía proletaria?
Un aporte a una larga polémica hasta hoy inconclusa

Por Leoncio Bueno


La revolución burguesa tenía como objetivo perpetuar el dominio de la burguesía, y ha tenido éxito, mientras que la revolución proletaria pretende acabar con la existencia del proletariado como clase en plazo más breve posible”
León Trotsky


El año 1956 la no muy numerosa izquierda de entonces –PCP, Partido Progresista y lo que quedaba del POR (Partido Obrero Revolucionario)- apoyo la primera candidatura de Fernando Belaúnde. Durante un mitin realizado al costado de lo que ahora es la Universidad Federico Villarreal, Francisco Moncloa pronuncio un brillante y fogoso discurso que me emociono mucho. Al día siguiente, por la mañana acudí al local del Partido Social Progresista para felicitarlo y conversar con él. Apenas me vio, Moncloa me manifestó efusivamente que el conserje del local era un “poeta obrero” a quien debía conocer sin pérdida de tiempo. “Yo mismo te lo voy a presentar”, dijo. El poeta en mención, a quien Alejandro Romualdo había recomendado para ese empleo, era Víctor Mazzi.
Ese mismo día conversamos animadamente. Pese a su condición de autodidacta, Mazzi era ya un hombre a quien no se le escapaba nada referido al quehacer cultural. Estaba enterado de las cosas que yo había publicado y también de mis afanes políticos. Ello hizo que nuestra amistad se estrechará con mayor confianza.
Yo había salido de El Frontón después de una estadía de casi cuatro años, durante los cuales se produjo mi reencuentro con una antigua vocación poética, y tenía muchas intenciones de continuar, esta vez de firme, con las letras y dejar un poco el activismo partidario. Le propuse a Mazzi mi idea de formar un grupo cultural, ya que, así como nosotros, podían existir colegas de la clase obrera dispersos y deseosos de elevar su nivel cultural y ejercitarse en las letras, pero que aislados nada importante podrían hacer; en cambio, unidos y organizados se podía conseguir mucho. Mazzi se entusiasmo rápidamente con el proyecto, pues él también había pensado algo parecido, y decidimos “pasar la voz” a los conocidos convocándolos para una reunión.
A los pocos días, Mazzi se presento en mi taller ubicado en Restauración 160 acompañado de Carlos Loayza, albañil independiente de Chosica, y de José Guerra Peñaloza, estudiante del último año de derecho en San Marcos y que trabajaba como propagandista médico. Yo había convocado a Eliseo García Lazo, antiguo militante Universal Textil), periodista político sindical y escritor de cuentos. Así nació el grupo al cual, por un prurito intelectualoide, explicable por nuestra inmadurez ideológica, convenimos en bautizar Grupo Intelectual Primero de Mayo (GIPM). Más tarde, Julián Huanay, destacado escritor de extracción obrera me haría bromas punzantes diciéndome jocosamente: “Yo no puedo ser miembro de tu GIPM porque no soy –ni mucho menos quiero ser- un intelectual”.

¿LITERATURA DE CLASE EN LA SOCIEDAD SIN CLASES?

En aquellos años, por lo menos en lo que a mí respecta, el propósito no era crear una literatura proletaria. El proyecto inicial de los fundadores de GIPM era mucho más modesto, aunque bastante concreto: reunir a los elementos de la clase que tuvieran vocación por las letras para ayudarnos entre sí y realizar juntos actividades de difusión cultural en los sindicatos.
Sobre el particular, existe una especie de declaración de principios suscrita por los primeros directivos y fundadores del GIPM: Eliseo García, secretario del interior; Víctor Mazzi, secretario de economía, y el que esto escribe, secretario general. Por unanimidad se convino en dar al Grupo estructura sindical, y podrían participar en él todos los obreros amantes de la cultura, con la única excepción de quienes hubieran observado una conducta probadamente oportunista. El Grupo, además, abría sus puertas a los compañeros de extracción obrera, aunque sólo fueran tales por sus convicciones clasistas. Pero fue un verdadero error no poner en esa oportunidad una cláusula que permitiera mantener estrictamente una mayoría obrera dentro de él, pues pronto sucedió que la fisonomía obrera del Grupo se diluyó debido al ingreso de una aplastante mayoría de elementos provenientes de la pequeña burguesía, terminando por ausentarse el único obrero sindicalizado que existía en el GIPM, Eliseo García.
En el acta de fundación, que yo recuerde, no se habla de la creación de una cultura o literatura proletaria, pues no nos sentíamos literatos –oficio bastante burgués- sino militantes clasistas- aunque desvinculados de las masas- deseosos de usar el arte para elevar el nivel de los obreros y ahondar su conciencia de clases, seguros de que como legítimos constructores de la sociedad del futuro –la sociedad sin clases, es decir, sin proletariado ni burguesía- algo muy trascendental tenía que aportar la clase revolucionaria por excelencia en la conquista de una cultura verdaderamente universal.
Fue después que surgieron en el interior del Grupo –tal vez por el año 1957-, de manera muy esporádica, algunos comentarios, sin mayores debates, sobre la “cultura proletaria”. En una de esas oportunidades, en casa de Pedro Durán Quevedo que actuaba como nuevo secretario general del GIPM, el poeta Bacacorzo –que era “Miembro honorario del GIPM”, al igual que Alejandro Romualdo, Manuel Scorza, Sebastián Salazar Bondy y otros- deslizó un comentario citando a León Trotsky: “El proletariado es una clase transitoria; como tal, una vez realizada la revolución y establecida la sociedad socialista, desaparecerá. No puede el proletariado enfrascarse en la creación de una cultura proletaria, es decir, clasista, puesto que su objetivo histórico es crear la sociedad sin clases”.


LOS 25 AÑOS DEL GIPM

En 1968 me alejé del GIPM debido a que la polémica ideológica introducida por algunos compañeros definitivamente alineados con la tendencia pro-china hacía conflictiva mi presencia en su seno. Una animadversión –largo tiempo reprimida- hacia mi persona les hizo de súbito recordar mi origen trotskista. Con la Revolución Cultural China no proclamaba entonces haber llegado al socialismo- recrudeció nuevamente la discusión sobre la “cultura proletaria”. No se habló más de “social realismo”. Como los objetivos habían sido mantener al Grupo siempre como un organismo de frente, “en el que estuvieran representadas todas la tendencias ideológicas de la clase obrera”, sin sectarismos ni exclusivismos irritantes, ni menos hegemonismos liquidadores, llegué a la conclusión de que la organización no estaba en condiciones de cumplir los fines para los que había sido creada. Me retiré a pernoctar en Comas donde pude leer un poco y escribir Invasión poderosa, Rebuzno propio, La guerra de los runas y El wayno de Comas.
El hecho de que una agrupación artística lleve una existencia real o declarativa una, dos o tres décadas, no significa que ello también vaya acorde con su vigencia o fecundidad creadoras. Personalmente dudo de la fertilidad del GIPM, lo cual, precisamente, no me satisface. El hecho de que actualmente siga manteniéndose el membrete no es seguro testimonio de desarrollo, crecimiento y fertilidad. ¿Cuántos nuevos poetas, escritores o artistas obreros –verdaderamente obreros y no profesores, abogados, comerciantes, es decir, pequeños burgueses- han engrosado las filas del Grupo?
Todos sabemos que en la producción artística lo que realmente vale y perdura son los aportes y los hallazgos realizados. La obra es la que respalda y no las buenas intenciones, aunque a estas últimas se las pretenda barnizar con el fementido rótulo de “proletarias”. En lo que al GIPM se refiere, en sus “24 años” no ha aportado una sola voz singular, una voz poética de obrero auténtico, de comprobada situación laboral, que se pueda comparar, no con algunas de las singularísimas voces de escritores y poetas revolucionarios comunistas –no digo proletarios-, como Oquendo de Amat, por ejemplo, sino ni siquiera a las voces jóvenes rebeldes e insurgentes como las de Sánchez León y Verástegui, para no hablar de un Cisneros o de un Martos.
En casi dos décadas y media el GIPM sólo ha tenido habilidad para engrosar nominalmente sus filas con figuras de segunda y tercera clase surgidas de la pequeña burguesía, las que sin la socorrida cobertura de lo “proletario” difícilmente llamarían la atención entre los de su propio medio. En ese lapso, el GIPM en su conjunto tampoco ha logrado fijar una tendencia, un estilo inconfundible de creación proletaria –el estilo del proletariado sigue siendo lo político- pese a sus declaraciones en ese sentido. Para confirmar esto bastaría hojear la Antología de la poesía proletaria de Víctor Mazzi, en la que la mayoría aplastante de los autores seleccionados sólo resultan “proletarios” (es decir, obreros asalariados) en la ilusa visión demasiado entusiasta y generosa de su autor.
(Durante la época en que Pedro Durán Quevedo ejercía el cargo de secretario general del GIPM, uno de los directivos, furioso con los exabruptos de Pedro, con quien siempre sostenía acres disputas, presentó hasta en dos ocasiones su “renuncia irrevocable” al GIPM. Pasados unos días y hasta algunas semanas se disgusto, ese compañero optaba por retornar pues sabía que sin el rótulo de “poeta obrero” y la cobertura del Grupo –que hoy más que nunca pretende arrogarse indebidamente representación proletaria-, muy difícil la habría sido llamar la atención en los medios literarios, especialmente universitarios, ¿Recordará ese compañero que entonces hacía al Grupo la broma picante de sus siglas –GIPM- no significaban Grupo Intelectual Primero de Mayo sino Gran Industria de Poetas Malos?)

No hay comentarios:

Publicar un comentario